El edificio religioso es un ejemplo perfecto del equilibrio entre tradición y modernidad, representando una fuente de inspiración para arquitectos y profesionales del sector. La estructura está construida mediante un sistema de marcos que combina solidez y flexibilidad, creando un espacio interior acogedor y bien definido. Las esbeltas cerchas de hormigón armado se elevan hacia arriba, apoyadas sobre una viga que dibuja el perímetro interior de la iglesia. Esta estructura portante es sostenida por una serie de columnas que crean un ritmo visual armonioso y proporcionan estabilidad al edificio.
El hormigón visto, aunque es una elección audaz y moderna, se equilibra con el suelo de terracota, un material tradicional que aporta calidez al ambiente. Las paredes interiores blancas amplifican la luz natural, creando una atmósfera luminosa y serena que invita a la contemplación y al recogimiento espiritual.
Lo que hace especial el ambiente interior es su capacidad de combinar verticalidad y calidez. A pesar de que la estructura puede parecer imponente, el espacio resulta "agradablemente románico", recordando la simplicidad y el equilibrio de las iglesias medievales. Esta combinación entre tradición y modernidad convierte al edificio en un ejemplo digno de estudio para quienes se dedican a la arquitectura sagrada y más allá.